Anoche estaba disfrutando de una jornada de «pajareo nocturno» aprovechando que tenía que completar el trabajo de seguimiento de la cuadrícula que llevo años controlando dentro del programa NOCTUA de SEO Birdlife en torno al Albergue ACTIO.Centro de Educación Ambiental y Turismo Rural.
Estaba siendo una jornada muy interesante por la gran cantidad de contactos auditivos con los activos mochuelos en las estaciones de escucha y la observación de muchos de ellos posados en postes, señales, ramas, … en los desplazamientos entre ellas.
Estos son aún relativamente abundantes en esta comarca (la Hoya de Buñol-Chiva) donde se conservan olivares antiguos y algarrobos de buen porte (con gran cantidad de oquedades en sus troncos que son ideales para estas rapaces nocturnas) mezclados con otros cultivos (frutales, vid, …) y manchas de matorral y pinar.
Un hábitat que comparten con los Chotacabras cuellirrojos, cuyo insistente y monótono canto se escuchaba en cada una de las paradas del recorrido durante las primeras horas del censo y del que incluso pude observar una pareja en vuelo con las ultimas luces del día junto al río Buñol en Alborache.
Los Autillos con su melancólico reclamo desde los chopos, álamos y almeces que conforma el bosque de ribera de este río y sus cauces tributarios completaron la terna de especies observadas.
Solo el Gran Duque (Búho real), presente con al menos 2 parejas en esta cuadrícula dejo sentir su ausencia. No se dejaron ver y tampoco emitieron ninguno de esos fantasmales reclamos, seguramente afaenados los adultos en acabar de criar a los pollos que ya debe ser grandes.
Pero la noche no acabo felizmente. Las prisas de algún conductor, quien sabe si con ganas de llegar a casa para ver a sus hijos antes de que se acostaran, y el vuelo de un mochuelo quizá buscando una presa que llevar a los suyos; confluyeron en tiempo y espacio en la carretera comarcal que une Alborache y Macastre.
Al ver al ave tendida en la carretera detuve mi coche. Parecía que se movía. Baje para recogerla con la remota esperanza de que el golpe no hubiese sido mortal y que el animal, si lo llevaba al centro de recuperación de fauna, pudiese recuperarse.
Vana esperanza la mía. El pobre mochuelo yacía con su cuerpo aún caliente pero sin vida. el movimiento de sus plumas solo había sido efecto de la ligera brisa que soplaba en el lugar.
Con tristeza comprobé que el golpe había deformado su cráneo dejando una fea mueca en su cara. No llevaba anillas. Dudé entre recogerlo y llevarlo a un centro que dejara constancia de su muerte o retirar su cuerpo del asfalto y dejarlo en el campo para que la vida continuase su ciclo. Opté por lo último.
Pero esto sucede cada noche en muchas carreteras de nuestro país. Mochuelos, lechuzas, búhos, chotacabras, … erizos, jinetas, garduñas, … sapos, ranas, salamadras, … ningún grupo de vertebrados escapa al tráfico de vehículos y las prisas de sus conductores.
Según los datos de la Sociedad para la Conservación de los Vertebrados (SCV), cada año mueren un mínimo de 30 millones de vertebrados en España atropellados en nuestras carreteras: 9 millones de anfibios, 4 millones de reptiles, 12 millones de aves y 5 millones de mamíferos.
Cifras escalofriantes que debería hacernos pensar … y levantar el pie del acelerador cuando circulamos por vías secundarias que atraviesan espacios naturales.
Foto portada (Rafa Torralba)